La hostelería sevillana está en peligro de extinción
22/06/2022
El Covid fue el cazador y los bares la presa. Eso es lo que muchos decían, pero la realidad es que la hostería sevillana se ha hecho el ‘harakiri’ vendiéndose a los turistas. Dinero rápido y sencillo.
Tanto que pedían todo tipo de ayudas para que su negocio siguiera subsistiendo. Tanto que clamaron durante los meses fuertes de la pandemia para que los autóctonos volvieran a los bares para que nos den una patada cuando vuelve la normalidad.
Sigo alucinando cuando veo poner tapas y caracoles en cierto bar cervecero del centro de la ciudad. No doy crédito ante una cola formada, en su mayoría por guiris, que esperan su momento para poder entrar en cierto bar que antes regulaba el cante y ahora el aforo. Me quedo pasmado cuando veo que tengo que estar sentado para poder tomarme una cerveza mientras sueño con la salida de la Borriquita.
Sevilla siempre ha sido una ciudad de tragaderas muy amplias. Ciertos representantes de la sociedad más rancia de la ciudad alcanzaban el nirvana cuando les atendía un camarero malaje. Nunca entendí a este tipo de ‘profesional’. Tampoco entiendo al camarero colega.
Los profesionales del sector se están perdiendo como lo están haciendo los bares autóctonos. No hablemos ya del Centro de la ciudad, porque entonces estaríamos llorando de la pena.
Sí es cierto que quedan pequeños reductos, cuales aldeas galas, donde puedes volver a revivir lo que significaba ir de bares antes de la pandemia.
El hombre tiene una memoria muy corta, más aún cuando se mete el dinero de por medio, pero que no olviden que esos que se vendieron al de fuera, cosa que no me parece mal, tuvieron que subsistir casi dos años gracias al de aquí. Gracias al que le lleva haciendo sobrevivir los últimos 50 años.
Nunca creímos que una pandemia pudiera parar el mundo. Tampoco nos entra en la cabeza que un sevillano no vuelva a ir a un bar clásico, pero esta pandemia nos ha hecho ver que lo imposible puede hacerse realidad. Y que la cerveza en casa también sabe bien.
Tanto que pedían todo tipo de ayudas para que su negocio siguiera subsistiendo. Tanto que clamaron durante los meses fuertes de la pandemia para que los autóctonos volvieran a los bares para que nos den una patada cuando vuelve la normalidad.
Sigo alucinando cuando veo poner tapas y caracoles en cierto bar cervecero del centro de la ciudad. No doy crédito ante una cola formada, en su mayoría por guiris, que esperan su momento para poder entrar en cierto bar que antes regulaba el cante y ahora el aforo. Me quedo pasmado cuando veo que tengo que estar sentado para poder tomarme una cerveza mientras sueño con la salida de la Borriquita.
Sevilla siempre ha sido una ciudad de tragaderas muy amplias. Ciertos representantes de la sociedad más rancia de la ciudad alcanzaban el nirvana cuando les atendía un camarero malaje. Nunca entendí a este tipo de ‘profesional’. Tampoco entiendo al camarero colega.
Los profesionales del sector se están perdiendo como lo están haciendo los bares autóctonos. No hablemos ya del Centro de la ciudad, porque entonces estaríamos llorando de la pena.
Sí es cierto que quedan pequeños reductos, cuales aldeas galas, donde puedes volver a revivir lo que significaba ir de bares antes de la pandemia.
El hombre tiene una memoria muy corta, más aún cuando se mete el dinero de por medio, pero que no olviden que esos que se vendieron al de fuera, cosa que no me parece mal, tuvieron que subsistir casi dos años gracias al de aquí. Gracias al que le lleva haciendo sobrevivir los últimos 50 años.
Nunca creímos que una pandemia pudiera parar el mundo. Tampoco nos entra en la cabeza que un sevillano no vuelva a ir a un bar clásico, pero esta pandemia nos ha hecho ver que lo imposible puede hacerse realidad. Y que la cerveza en casa también sabe bien.